“Acercándonos a Jesús”

     El comienzo del Evangelio de hoy prepara el escenario para tres de las parábolas centrales que Jesús narra. Las parábolas de la Oveja Perdida, la Moneda Perdida y el Hijo Perdido son Evangelios esenciales de conversión, pero su significado más completo sólo puede ser captado cuando incluimos el comienzo de Lucas: Los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharle”. La falsa indignación de los fariseos, de los escribas y de los buenos cristianos en todas partes es el prejuicio de decidir quién debe ser llamado digno de salvación. Lucas quiere que creamos que es Jesús quien nos hace dignos en lugar de pensar que nuestras buenas obras y vidas piadosas nos hacen discípulos dignos. Si cree esto, entonces toda su perspectiva de lo que significa ser cristiano cambia y amolda su vida a Cristo.

     La mayoría de los predicadores comparan estos dos términos “publicanos” y “pecadores”. Todos los publicanos deben ser pecadores, aunque no todos los pecadores son publicanos. Los eruditos bíblicos han hecho todo lo posible para demostrar que esto es cierto, y lo cual pudo haber estado en la mente de algunas personas en los días de Jesús. Esta, por supuesto, es la segunda historia de los publicanos en el Evangelio de Lucas (Zaqueo es el primero). Y no olvidemos que San Mateo también fue un publicano. Parecería que un “publicano” es realmente una imagen de alguien que está a punto de ser salvado en lugar de alguien que está perdido. De igual manera, los “pecadores” son el objetivo principal del poder sanador de Jesús, no los milagros para sanar a los enfermos, sino la verdadera conversión de aquellos que habían perdido su camino.

     Ambos grupos, dice Lucas, se “acercaban a Jesús para escucharle”. Ellos no estaban preguntando si Jesús los ayudaría; simplemente querían escuchar sus enseñanzas. Dado que ambos han sido excluidos por la autoridad religiosa (junto con los samaritanos) porque no cumplen con las expectativas que se les imponen, quizás ellos simplemente se acercaban a Jesús porque Él no los rechazaba. Pero Jesús también tiene algo que decirnos sobre Dios Padre, sobre sí mismo, y sobre el Espíritu Santo. Sin embargo, a menos que elijamos escuchar a Jesús, no podremos aprender lo que Él sabe.

     Las tres parábolas son tres ejemplos de una cantidad extrema, incluso tonta, de amor y cuidado. Son parábolas cuidadosamente seleccionadas y las tres realmente necesitan ser contadas en conjunto. El personaje principal de cada parábola es alguien insensato pues gasta tanta energía en encontrar lo que no existe. Un héroe es un obrero, uno es una mujer rica y otro es un padre con dos hijos. Hombre, mujer, rico, pobre, obrero, terrateniente, cuidadosamente elegido para incluir a cada tipo de persona. Los objetos que se pierden, una parte de nuestro trabajo o un animal, una moneda o riqueza, un niño, balancean los tres elementos básicos de nuestras vidas. Las palabras utilizadas para describir lo que hace cada héroe —llevar a las ovejas sobre sus hombros, barrer la casa en una búsqueda impetuosa y un padre lleno de compasión— nos muestran las acciones esenciales de Dios Hijo, Dios Espíritu Santo y Dios Padre. Cada uno hace lo imposible para encontrarnos, cada uno nos ama grandemente y cada uno se regocija cuando somos encontrados y regresamos a Dios.

     Quiero impregnar en usted la importancia de estas parábolas para su crecimiento espiritual en lugar de enseñarle una exégesis bíblica. Si nos acercamos a Jesús para escucharlo, si no permitimos que el mundo nos excluya o nos haga sentir indignos, entonces podremos  descubrir cuánto somos amados por Jesús, por el Espíritu Santo y por Dios Padre. Pero sólo si nos acercamos a escuchar.

     Paz, Padre Nicolás